Gente que Cuenta

Una consulta celestial, por Álvaro Ríos

Da Vinci y Freuda www.atril .press
“Así que olvida las pinturas, las esculturas, los relojes, las bicicletas, las catapultas y toda esa retahíla de artefactos que acá no sirven de nada…”

Cuando dejamos de existir nos convertimos en espíritu. A partir de ese momento pasamos a cohabitar en el plano celestial, claro, siempre y cuando Pedrito, el que vigila la entrada, nos deje pasar.

De modo que allí, donde quiera que se encuentre ese lugar, pudiéramos hallar, en teoría, desde un Thales de Mileto hasta un Fred Astaire. Imaginen por un momento algunos encuentros: William Wallace, con un escocés en la mano, contándole su desdicha a Margaret Thatcher; o a Sartre formulando todo tipo de preguntas a Platón; o a Cortázar dándole a probar un mate a Poe mientras conversan animadamente.

Hace poco, mientras leía una biografía de uno de los hombres más inteligentes de la historia, se me ocurrió que en ese lugar que antes mencioné el tipo debe seguir en lo mismo: haciendo de ingeniero, escultor, pintor, mecánico y cualquier otro oficio que a usted se le ocurra. Debo aclarar que si algo trabaja es el espíritu, porque el cuerpo, qué va, ése es un flojazo… A lo mejor por eso siempre se queda aquí, de este lado.

El asunto es que, luego de siglos, imaginé aquel hombre sufriendo un percance que lo remitía a un estado depresivo. Desde luego, lo normal es que se ocupara de buscar ayuda profesional.

Es así como un día nuestro hombre se encuentra sentado frente a una eminencia, un loquero, dirían algunos, pero, para mantenernos serios, digamos, un psicólogo.

Cuando tomó asiento, de inmediato le llamó la atención tanto la pared frontal forrada de diplomas como la fría presencia de una biblioteca atiborrada de libros de un mismo autor.

—¿Y esos libros? —preguntó el paciente.

—Son los que publiqué en vida —respondió—. Y pensar que Hitler quiso quemarlos, pero resultó que el quemado fue él.

—¡Grandioso! Espero que ese pirómano ande lejos…

—No se preocupe, está del otro lado, al fondo del volcán, ya no importa… Pero dígame, ¿qué lo trae por aquí?

—Bueno, de todo un poco, tengo tanto trabajo y tanto que inventar que ya no sé qué hacer…, mi sento perso.

—Te diré lo mismo que a todos: aquí el tiempo ya no es un problema. Además, salvo comida y bebida, nada más necesitamos… Así que olvida las pinturas, las esculturas, los relojes, las bicicletas, las catapultas y toda esa retahíla de artefactos que acá no sirven de nada; lo que harás será tomarte estas pastillas, una diaria en el desayuno por un mes y viel glück.

El hombre asintió, tomó el tubo de comprimidos, se levantó y caminó hasta la puerta; la abrió con parsimonia y, antes de cerrar, observó la inscripción:

Dr. Freud

Psychoanalytiker

Luego de unos segundos, cerró la puerta y siguió por el pasillo.

Antes de descender por la escalera, la puerta se abrió y entonces se oyó una voz:

—Eh, Leo, toma, olvidaste tu gorra.

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Álvaro Ríos. Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuento, poesía y ensayo. Es autor de los libros Sendero de Sombras (poesía), Efimerario (brevedades), Dilemas en el aire (poesía) y Criaturas Mínimas (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el portal “Letralia”.
alv_rios@yahoo.es

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