Gente que Cuenta

Unas letricas – Luli Delgado

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La tinta de nuestra familia era rojiza

Mi abuela contaba que en la ciudad donde ella vivía, cada familia tenía una forma particular de mezclar pigmentos y hacer su propia tinta. La de nuestra  familia, a base de onoto, era rojiza.

Recordaba cómo era delicioso recibir lo que en genérico se llamaba “unas letricas” repasar las caligrafías maravillosas de cada uno y guardarlas con cintas de colores en orden de fechas y remitentes. Lo contaba con tal entusiasmo, que en nuestra familia las cartas adquirieron el genérico de unas letricas.

Más adelante, la máquina de escribir pasó a ser la novedad que sustituía a las letricas manuscritas. Un poco menos encantadoras tal vez, había hasta quien opinara que era una falta total de elegancia y educación escribirle a nadie a punta de teclear

Más adelante, la máquina de escribir pasó a ser la novedad que sustituía a las letricas manuscritas....

Más adelante, la máquina de escribir pasó a ser la novedad que sustituía a las letricas manuscritas. Un poco menos encantadoras tal vez, había hasta quien opinara que era una falta total de elegancia y educación escribirle a nadie a punta de teclear, pero habremos de convenir que son bastante más rápidas de hacer y, en la mayoría de los casos, de leer.

Yo ya formé parte de esa generación de las máquinas, hasta que entró un día en mi casa, con grandes aspavientos, la primera computadora. Los comandos de cortar y pegar fueron desde el principio lo que mejor me pareció. Eso de poner en la tela todo lo que se te va ocurriendo y después arreglarlo, subiendo y bajando a punta de teclas, me resultó simplemente maravilloso y creo que fue lo que salvó mi profesión de periodista.

Para el momento en que a mi niña le llegó el turno de escribir,  su familiaridad con estos aparatos era total.

De una generación perfectamente informatizada, creo que no soy la única mamá que puede afirmar que sus hijos le dan tres y cuatro vueltas cuando se trata de todo lo que tenga que ver con informática. Ella navega que es un portento, se conoce los programas hasta su más recóndito recurso, escribe sin ni siquiera ver el teclado e impresiona con la velocidad que mantiene tres y cuatro “chats” abiertos en paralelo.

Aún así, informatizada y global, pocas cosas le dan más alegría que cuando alguien de la familia viaja y le manda alguna postal con las consabidas letricas.

Con todo y lo millennial, el encanto sigue siendo el mismo que el de su bisabuela…

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Luli Delgado es periodista venezolana, Master en Artes de Cine y  Video – por The American University, Washington, DC.
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, e Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com

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