Para que los que no lo saben, apócrifo o apócrifa, referido a una obra, especialmente literaria, quiere decir que es “de dudosa autenticidad en cuanto al contenido o a la atribución”, según lo señala el diccionario de la Real Academia Española.
Pienso que los que no lo saben deberían saberlo, dada la gran cantidad de apócrifos que abundan en estos tiempos: cartas que García Márquez nunca escribió antes de morir, poemas en los que Borges dice lo que haría si volviera a nacer, millones de citas de El principito (un libro que apenas llega a las 50 páginas), circulan sin parar por las redes.
Hay gente que pregunta cómo sé que esos textos son falsos o que no fueron escritos por aquellos a los que se les atribuye. Pues, muy sencillo: porque yo sí leo, dejando la modestia muy lejos y muy aparte.
Hace días veía un supuesto poema de Walt Whitman y le señalé a una amiga que era apócrifo. Resulta que mientras estudié en la escuela de música, entre los años 1990 y 1993, yo siempre andaba en los autobuses con mi ejemplar de Hojas de hierba, para leer y releer; ese ejemplar tenía más subrayados que La guerra de las Galias comentada por Napoleón.
Y si no lo sé y no lo he leído, pero me parece sospechoso el texto, voy y averiguo. Porque una cosa es ser tonto y otra es que lo tomen a uno por tal.
Hay quien me replica, cuando dudo de la autenticidad de las autorías de dichos apócrifos, diciendo: lo importante es el contenido, no quien lo escribió. Pero, si lo importante es lo que dice, entonces, ¿para qué poner un nombre de autor? Mejor dejarlo anónimo y ya.
Sin embargo, tengo para mí que ni la persona que lo escribió cree que sus palabras tengan algún peso o algún valor, porque si no, no tendría que andar poniéndoles muletas para que se sostengan.
En verdad, por lo común se trata ideas de lo más pueriles, plagadas de cursilerías y lugares comunes; gracias a lo cual es fácil darse cuenta que son algo que jamás habría dicho o escrito una mente tan brillante y tan profunda como la de Borges, por mencionar un nombre.
Pero lo más chistoso del caso es que muchas de esas frases célebres, que tienen un falso autor, hablan de valores como la honestidad, la sinceridad y temas afines. Pues, no parece que van muy bien encaminados en estos asuntos, si comienzan mintiéndole a uno acerca de quién las escribió. He dicho.