Patafísica,
por José Manuel Peláez
Habían sido casi treinta minutos ininterrumpidos en los que X repasó una tras otra las maldades que un hermano suyo le dedicaba sin que él supiera la verdadera razón de tanto odio. A pesar de mi simpatía hacia el desafortunado, sentí cierto alivio cuando Manolo me rescató porque era tarde.
En el camino, reproduje para Manolo la difícil situación de X, aderezándola con mi propia incomprensión acerca de la existencia de personas que disfrutan haciendo daño a otras y también con mi explicación de que seguramente hay razones para que sean así y que quizás habría que comprenderlas.
─ Eso sería como estudiar los componentes del arsénico, comprender científicamente cómo te hacen daño y después tomarte tres cucharadas ─ me cortó Manolo con una compasiva sonrisa ─. Comprender a las personas n...