Comedulce, por Lucy Gómez
A mí me gustan los caramelos, los bombones y los chicles. Sé que es una afición descalificada por la cantidad de azúcar que contienen y que yo como madre, abuela y supuestamente ejemplo para los niños de mi familia no lo debería decir, pero pongo la verdad por encima de todo y ciertamente, en lo que los tengo a tiro, me como una bolsa de algún dulce de esos. Menos mal que tampoco son especialmente adictivos para mí y si no los vuelvo a ver, no los busco.
Esto puede ser perturbador, tanto como mi desorden, pero a los jóvenes de la familia les parece divertido porque les ayuda tener puntos de contacto con alguien supuestamente serio o regañón, alguien respetable de la familia que resulta ser una persona cualquiera a la que también le gustan los helados de ron pasas. En fin. Ahora, cua...