No se me ocurre ninguna historia que no tenga personas como protagonistas. Inclusive, cuando de pequeños nos leían La estrellita traviesa o El conejito que cantaba, el elemento humano es siempre un requisito indispensable para cualquier narración.
Ahora bien, dependiendo de quién y cómo se escribe, le concedemos una categoría diferente. Si nos topamos con una trama elaborada, con pinceladas perfectas, de gran sabiduría o impresionante reflexión, estamos frente a una obra maestra. Si es más simple, más rasa y de todos los días, entonces ...