Hace algún tiempo, caminando por la calle Almagro, en el barrio Chamberí de Madrid, escuché a un corredor inmobiliario decir a sus clientes: “Les voy dar cinco razones de por qué vivir en Madrid. Primero, el agua es buena. Segundo, el transporte colectivo es bueno. Tercero, los cielos son azules. Cuarto, es una ciudad alegre. Quinto, es barata. Si bien el último punto es hoy cuestionable, aunque no, al compararla con Miami, París, Londres o New York, el corredor inmobiliario parece haber tenido razón y muchos le hicieron caso. Madrid se ha conv...