Gente que Cuenta

El mejor aderezo,
por Luli Delgado

Pierre Auguste Renoir Atril press
Pierre-Auguste Renoir,
Mujer con ramillete de rosas, 1914

Durante mi época de estudios fuera, una Navidad que vine a Caracas fui a saludar a mi abuela.

Ella, no muy dada a elogiar, me sorprendió diciéndome que estaba muy buenamoza. “Blanca y repuesta. Te ves muy bien”. Yo le di las gracias, pero sentí que era prioridad máxima irme a la playa y bajar de peso.

Es que “blanca y repuesta” no eran, en aquella época, nuestros patrones de belleza.

Vamos por partes. Mi generación tenía por costumbre hacer lo que hoy se considera una salvajada: mezclar aceite de bebé con yodo y acostarse empatucada en esa pócima bajo los inclementes rayos solares de El Caribe, que no son cualquier cosa. Otros seguían el mismo método pero con Coca-cola…

En cuanto a los kilos, la gran mayoría de nosotras ha pasado buena parte de su vida adulta pendiente de la balanza. “Yo me casé pesando 50 kilos”, o “era talla 8 antes de mi primer hijo”, cosas por el estilo.

Lo de quemarnos vivos por gusto, pasó a ser anatema, y hoy en día se pierde la lista de la cantidad y variedad de protectores solares. Además, por último, si no vas a la playa, pues tampoco pasa nada.

La generación de mi abuela, y las generaciones anteriores, sin saberlo, asumieron el cambio de peso y era hasta sinónimo de buena salud y belleza. Inclusive en los años sesenta, mujeres como Marilyn Monroe arrancaban suspiros y piropos con sus dones naturales, sin lipos, plásticas, dietas de campos de concentración, ni nada de esas cosas.

Pero vino la Twiggy y nos echó la burra pal monte, como diríamos en buen criollo.

A título personal fui una de las poquísimas afortunadas que pasó buena parte de la vida adulta sin ocuparme del tema, pero resulta que tenemos un organismo que primero crece y después envejece, y en cada etapa tiene sus características propias de niveles hormonales, colágeno, velocidad de metabolismo y por ahí sigue.

Y ahora que inexorablemente me toca, cumplo con no achicharrarme por gusto y acordarme de mi abuela. En su tiempo se decía que: “no hay mejor aderezo que la carne sobre el hueso”.

Yo estoy cada vez más proclive a desempolvar y asumir este dicho.¿Por qué no?

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Luli Delgado es periodista venezolana, Master en Artes de Cine y  Video – por The American University, Washington, DC.
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com

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