Según dicen, un profesional de la estadística es una persona que, si tuviera los pies en un cubo de hielo y la cabeza en un horno a 350° F, diría: “en promedio me siento bien”. Una persona sensata, en cambio, diría: “me está hirviendo la cabeza y los pies los tengo tan helados que no los siento”, en el supuesto caso de que pudiera hablar. Por lo tanto, los que estudian estadística carecen de sentido común o deben dejar el sentido común de lado para poder trabajar.
Es que la estadística dice una parte de la verdad pero la otra la oculta, la solapa, la ignora o la soslaya o le da igual. De allí que los políticos sean tan amantes de las cifras. Y cuando hablan de algo en términos porcentuales, se enfocan en el lado de la cuestión que les favorece: “con este programa logramos una cobertura del 67%”. Esta es una forma de reconocer, pero no de admitir, que fracasaron en la tercera parte de los casos (un porcentaje significativo que seguramente consideran insignificante).
A los narradores deportivos les he escuchado decir que las estadísticas en el deporte son como los bikinis: revelan todo excepto lo más importante. También dicen que sirven lo mismo que un poste a un borracho: más como punto de apoyo que como fuente de iluminación.
Si un bateador da, en promedio, un hit cada cuatro turnos, ¿cómo sabemos lo que va a suceder justo en este turno? Tenemos que esperar que suceda lo que vaya a suceder. Así que daba igual si conocíamos o no sus estadísticas. Tal vez esas cifras están allí para que los narradores deportivos tengan algo que decir entre un lanzamiento y otro.
A mí las estadísticas me sirven solo para hablar de las cosas que no me parecen importantes; o en realidad no me sirven, porque yo pienso que hablo de cosas importantes. No puedo decir, por ejemplo, hoy te quiero un 33% más que ayer, Calvino es 125% superior a Eco, los casados y con perros somos 18% más felices: afirmaciones tan fatuas como poco inteligibles; al igual que todas las demás que involucren el uso de la estadística.
Creo que la mejor definición de esta ciencia inexacta fue la que dio George Bernard Shaw: “La estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno”. Borges hubiera podido decir que las estadísticas también son una rama de la literatura fantástica.