
Matilda Browne, 1915,
La casona que perteneció a don Cipriano Álvarez se mantiene en pie, aunque el tiempo va dejando su huella. Su fachada neoclásica se destaca en pleno Prado de Montevideo. Don Cipriano había sido de joven un combatiente de las guerras civiles en Uruguay, entre blancos y colorados. Amigo del caudillo blanco Aparicio Saravia, su residencia de ocho dormitorios y enormes salas siempre estuvo decorada con la simbología partidaria, presidida por un enorme retrato de Aparicio a caballo en el hall de recepción.
Su mujer, diez hijos, los caseros y su adorada mascota convivían en una residencia muy visitada.
Cuando llegaba algún correligionario, era recibido en el patio interior abierto lleno de bellos macetones y plantas colgantes. Facundo, el loro que les daba la bienvenida, era muy querido en la familia. Hablaba con simpatía e inteligencia. Tenía la edad del dueño de casa.
A todo desconocido Facundo saludaba marcando su amor por la divisa blanca. Lo hacía con un verso que nombraba a tres grandes conductores de los blancos:
“Lamas, Saravia y Acevedo Díaz
Son los tres patriotas
De la Patria mía!”
Acevedo Díaz era poeta, novelista y político del Partido. Describió las guerras civiles y la vida en el campo con maestría. Como parlamentario le llegó el momento de tener que votar a un presidente del Partido Blanco o a su rival, y su voto era decisivo. Decidió votar al Partido Colorado. La traición viene siendo comentada desde entonces.
El día siguiente a la votación fue de luto en casa de los Álvarez.
El loro había sido pasado por las armas en la medianoche. Un destino impensado, fruto de tiempos pasionales.
Un retrato de Facundo con el cerro Arequita de fondo, del gran pintor Blanes Viale, ha quedado como mudo testigo del adorado personaje.

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Me encantó ver reflejada la vieja pasión uruguaya, en la política como en el fobal. Cuántos más loros sin nombre no habrán muerto por ahi!