Cuando noté que estaba lloviendo y las gotas se deslizaban por el cristal de la ventana, el rocío brillaba tras el amanecer, me acerqué y me perdí en ellas. Ah, si mi vida, como ellas, pudiera brillar aunque fuera por un instante, tan breve que ni siquiera llegase a ser un instante, y si pudiera deslizarme por la vida con la serenidad de quien sabe ser la nada que se ofrece en este momento, tal vez dejaría de buscar el instante donde no hay instante más allá del instante. Llovía y las gotas resbalaban por el cristal de la ventana. Y desde ese momento olvidado, perdido en lo que podía pensar, dejé pasar el momento en que las gotas, brillando lentamente, se deslizaron por el cristal de la ventana por la que llegaba hasta mí la claridad del día.