De qué le sirve a un escritor ser inspirado si no domina la lengua? Dominar la lengua es moldearla a nuestra voluntad. Y si hubiera una lengua maleable esa es la lengua portuguesa de tan rígida que es. Sobre ella pesa una larga tradición de gramáticos conformistas y escritores sin genio que parecen más amanuenses de lentes gruesas, ropas desajustadas y narices mocosas. También pesa sobre la lengua portuguesa un menú de poetas, tecnócratas y burócratas enemigos del talento y la imaginación. La lengua sólo conoce la frontera de quien nunca ha salido de su casa, de quien atisba por la ventana la vida de los demás. A diferencia de las ideas, las palabras, una vez pronunciadas, vuelan hacia nadie sabe dónde. Es por lo que todos los idiomas son universales si sólo queremos que lo sean. Que yo esté en Zanzíbar, Mozambique, Brasil, o a la sombra de un cocotero en cualquier isla de ensueño, no impide que yo escuche el idioma que quiero. Por eso todas las lenguas son universales: es la mía.