
Dicen que todo bebé viene al mundo con un pan abajo del brazo. Pues en Uruguay se nacía con una pelota abajo del brazo … capaz que hoy con un celular!
No soy de la época de jugar con pelota de trapo en la calle cuando niño, pero la conocí, porque algunas pocas veces, a falta de una verdadera que cumpliese su función de tal, alguna abuela bien dispuesta, la fabricaba con retazos de paños en desuso y viejas medias agujereadas, un cierto pecado porque esas medias agujereadas se cosían y quedaban “nuevas” para ir a la escuela o en la visita a los tíos el fin de semana.
No era fácil darle la forma redonda, pero ellas conseguían, al menos al principio. Una vez pronta, pobre pelota, no picaba, rodaba más o menos, quedando en minutos, chata como una tarta !
La cosa mejoraba un poco cuando alguien aparecía con una desgastada Nº 5 (el tamaño “oficial”) de cuero, generalmente desinflada porque la cámara de adentro perdía el aire. Ni que hablar cuando llovía, porque esa pelota mojada, triplicaba su peso y patearla era como pegarle un puntapié a un adoquín.
El ápice de la felicidad era la pelota de goma, esa sí, porque picaba, no se deformaba y se podía dominar y patear tan fuerte …. que a veces rompíamos el vidrio de una ventana. El alboroto estaba armado y el niño mayor debería enfrentar de cabeza baja y las manos para atrás, la perorata de la víctima, la dueña de casa, en cuanto los otros jugadores se escondían, acusándose entre sí, “yo no fui, fuiste vos !” … “pero te pegó a vos después !” decía el otro.
Y así, como no había consentimiento entre el jurado, algún “juez” promovía una colecta para reponer el vidrio, entre los padres de los culpables.
Ya adulto y viviendo en San Pablo, teníamos un club de uruguayos que sobrevivía gracias al fútbol de los fines de semana (ya éramos grandes y como tales decíamos “fútbol” y no más “jugar a la pelota”), canchas de verdad, con juez y todo. A veces, aparecía un nuevo integrante al grupo, vestido de forma poco apropiada para la disputa del rudo deporte bretón: short de baño, media zoquete y championes blancos de tela … Había un exjugador de fútbol profesional (siempre hubo alguno), que lo miraba y definía en voz baja: “me parece que este nunca jugó con barro …”. Nunca olvido ese epitafio.

Dirige um espaço de arte uruguaia e é apaixonado por futebol, guerras mundiais e outras curiosidades da história.
rj.managau@gmail.com