Para el día Sábado estaba reservado lo peor, gracias a la acción del humo en las fábricas, que tiñó la niebla de un feo color obscuro, casi negro, lo que sí redujo la visibilidad a cero absoluto. Entonces comenzó el pánico, la gente propensa a la bronquitis y al asma, comenzó a sentirse asfixiada en la niebla, otras personas sufrieron ataques de nervios al encontrarse envueltos en ese blanco sudario pues sentían que el corazón no les funcionaba, faltándoles el aire. Otros sentían la terrible desesperación de estar ciegos e indefensos en la gran ciudad. Se dio el caso de gente que caía al río Támesis y al pedir auxilio, no se les podía ayudar debido a que no se veía absolutamente nada.