
Muchacha fumando
2018
Para fumar apenas un cigarrillo, Marta se plantó bajo el umbral de la puerta del restaurante donde cocina. Fue justo cuando las campanas de la iglesia comenzaron a doblar al mediodía. Marta tiene una sonrisa brillante, de esas que invitan a una buena charla, y la interpelé:
– “¿Cómo ha sido tu vida?”
Si Marta hubiera sido hombre, habría repasado sus éxitos. Pero Marta es mujer y optó por mapear su vida afectiva:
— “Me casé a los 23 años y al poco tiempo tuve a mi único hijo, ahora de 18 años. Fui feliz, pero enviudé después de diez años de matrimonio”. Sin dejar de sonreír, y mirando hacia la calle, prosiguió:
— “Tuve otras paradas, pero llegué a pensar, como en esa canción brasileña, que los buenos hombres se habían acabado”. Y con un ligero encogimiento de hombros, continuó:
— “Hasta que aquel que frecuentaba el restaurante y me miraba con ojos dulces, un día se armó de valor y me invitó a un café. Fueron muchos cafés hasta que nos juntamos, y sigo con él hasta el día de hoy. ¡Gracias a Dios!”
Sin dejar de sonreír, Marta volvió a sus quehaceres mientras la campana de la iglesia completaba su docena de campanadas.
Me quedé en la acera con la sensación de haber escuchado un hermoso y fugaz reloj de cucú.

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