Recuerdo que en la escuela, en primer grado, el color que más me costó ubicar fue el violeta. Lo asociaba después indefectiblemente con la Semana Santa porque es del mismo color que el hábito del Nazareno. Fue mucho más tarde que vi en las ilustraciones de algunos cuentos, las pequeñas florecitas de ese nombre y alguna niña llamada Violeta se me cruzó también.
Años después vi a lo lejos las auténticas. No era aficionada a la jardinería entonces. Fue en casa de mi suegra, donde las detallé. Las “de olor”, como ella les decía y las otras violetas, las africanas. Tenía una colección a lo largo de una pared de su casa.
Mi desconocimiento se debía también a que vivía en el trópico. Se daban mejor en las montañas de alrededor de mi ciudad y en las perfumerías, porque lo que distingue a la planta además de su color es su inimitable y adorable perfume. Es lo que la hizo formar parte del estrellato romántico musical. Dio nombre al famoso cuplé La violetera, que cantaba la cantante española Raquel Meller, compuesto en 1914. Lo cantó además Carlos Gardel, Charles Chaplin lo incluyó en Luces de la Ciudad y alcanzó su mayor popularidad con Sara Montiel en su película La Violetera, en 1958. Son pequeñas, se encuentran en la naturaleza debajo de los árboles, en la sombra y frecuentemente en sitios fríos. Se usan además en repostería como decoración y en dulces, como es el caso de los caramelos de violetas característicos de Madrid.
En sitios templados, la planta puede durar todo el año porque lo que no soporta es el extremo frío o los calorones. Si le pega un sol fuerte y le falta agua, ¡adiós violetas! Así que la primera medida si compras o consigues una, es colocarle un platito con agua y unas piedritas debajo de la maceta, a la sombra. Si la tienes en el jardín hay que estar pendiente de que la tierra donde está permanezca húmeda. Evita el sol directo a como dé lugar. Las hojas se queman y se recuperan difícilmente. Una idea es colocarla debajo de otra planta más grande y alta que la proteja. Se nutre con una mezcla de compost o humus de lombriz con tierra de jardín normal. Haz una capa de un par de centímetros en la parte superior de la maceta y luego la mezclas con todo el sustrato. Se reproduce por semillas o por estolones.
Su tocaya, la violeta africana, se ha cruzado centenares de veces, así que no solamente hay moradas, sino blancas, azules, rosadas y rojo intenso. La flor es más grande y vistosa. Llegó a los mercados internacionales en el siglo XIX desde Tanzania. No tiene perfume, no tolera la luz directa ni los ambientes por debajo de 5ºC. Le gusta la humedad sin exceso, por lo cual hay que tratarla con el método del platico y da flores todo el año. No es tan romántica ni famosa como la violeta original, pero es una estrella de la jardinería porque se vende sin cesar y dura muchísimo. Basta enterrar una hoja para que le salgan hijitos así siempre se encuentra en el jardín.