La última noche del Santa Carmelina, por Alejandro Moreno
El Santa Carmelina no había surcado el mar tan serenamente como aquella noche. Juan Aníbal Sayago, su capitán, no hubiera querido que su barco se volviera un nido de astillas, aceite y sangre, pero así son las cosas del mar.El capitán Sayago, con un vaso de ron en su mano, y haciendo honor a uno de los lugares comunes de la vida en el mar, predicaba en la cubierta del barco. Se deshacían en la brisa marina las palabras de su discurso. Nadie sabía exactamente quien había asesinado a aquel hombre. Un cadáver en alta mar, y eso todo el mundo lo sabe, hace que el barco se ponga muy pesado. En el mar todo suele ser más lento y doloroso.El cadáver de Trino Bilbao y era feo decirlo, tenía un rictus que uno podía decir que era hasta ridículo. Como si su última mueca antes de morir hubiera sido la...