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La comedia humana, por Luli Delgado
78b, Luli Delgado

La comedia humana, por Luli Delgado

ler em português Sábado en la noche. Una niñita llora a la entrada del supermercado. Le veo la cara a su papá, y me dice: "Es que ella vive con su mamá y últimamente se pone así"... Sigo a tomarme un café. La máquina se echó a perder. Las muchachas que atienden, me cuentan los reclamos de los clientes, "así como si la hubiéramos echado a perder nosotras ". En la mesita de atrás, un señor de unos setenta años habla, o más bien implora, por celular. "Se me ocurrió que podríamos vernos......yo sé que estás cuidando a tu mamá, pero si puedes, ¿por favor me llamas? Sigo. En sentido contrario viene una pareja con un niñito como de cuatro años, corriendo por el corredor de los fríos. La mamá, a modo de excusa: "Tiene la pila cargada a toda hora, y lo peor es que no sé dónde se apaga"....
 La despedida, por Alejandro Moreno
78b, José Alejandro Moreno Guevara

 La despedida, por Alejandro Moreno

  La mujer se tomó su última cerveza lentamente. Ese sorbo le supo a triunfo. Tomó su cartera y se despidió. Ya nunca más vería nada de lo había visto desde niña. A esa hora subir en ascensor no es difícil. Pensó en los veinte pisos que la separaban del lugar en donde momentos antes se tomaba la cerveza. Ni siquiera pensó en su hijo. Le importaba el niño, pero la verdad es que no tanto. Así es la vida, dijo para sí. Seis minutos exactos después, en el bar, el televisor empezaba la transmisión del juego de béisbol, y la mujer había tomado una cerveza fría que la había hecho feliz. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
Contraseñas, por Lucy Gómez
78b, Lucy Gómez

Contraseñas, por Lucy Gómez

Uno de los signos de estos tiempos es la proliferación, multiplicación y exasperación de y por el uso de las contraseñas. Hace muchísimo tiempo, cuando era niña, me entusiasmaban. Fue cuando descubrí las novelas de aventuras, de detectives y de espías, Robin Hood y todo eso. Allí había muchas contraseñas. Recuerdo que en los cuarteles, fuertes, campamentos y escondites de todas aquellas novelas se usaba una cada día, se memorizaban. Era de lo más emocionante y misterioso. A los nueve años puse una para entrar a uno de los cuartos de mi casa. Vivía en un barrio con casas alargadas de un solo piso y nadie entraba ni salía para nada de la mía, excepto mi mamá y yo que vivíamos solas, y alguna visita. Nunca les pedí contraseñas de verdad. Era solo un juego, soñaba con mundos lejanísi...