Caracas democrática o la fe mueve Ávilas – Faitha Nahmens Larrazábal
Caraqueño es un epíteto que podría traducirse como rumbero de caderas, lenguaraz de vocación, querendón con los panas —los amigos, tal vez sea una versión de partner—, desmesurado de gestos; añádase ahora una acepción de nuevo cuño: lacónico. Tantos se han ido, tan duro el panorama, tanto ayayay. La ciudad, en sus 454 años a partir del 25 de julio, celebra con los más allegados, que es como decir que eso así no es fiesta. Pero que nadie diga que le faltan incondicionales: los colectivos buenos, los activistas urbanos, y los caraqueños enamorados per se, llamémoslos caracadictos, que proponen encuentros virtuales para retomar el hilo de su memoria entrecortada e interrumpida por el hipo incómodo del abandono.La piensan/pensamos como ese todo posible integrado y articulado que junte el archi...