Terminaba mi entrevista a Max cuando todo comenzó. Max es la autora de Apocalipsis después, un éxito editorial de ciencia ficción gótica, según ella. Es una maxi mujer en la que resaltaba lo grande de sus brazos, de sus ojos casi amarillos, de sus anteojos y de su boca de payasa feliz. Se movía como una marioneta gigante y no dejaba de carcajearse por cualquier cosa. La entrevista había discurrido con frescura y yo tenía buen material, pero afuera, una lluvia persistente y agresiva me aconsejaba permanecer seco y caliente en la biblioteca pública conversando.
Al llegar la hora de cerrar, Max decidió que me llevaría a mi casa. Tenía su coche enfrente y no le costaba nada hacerlo. Salimos a la acera, no sé de dónde, ella sacó un paraguas de golfista, me ordenó que me quedara a cubierto mientras buscaba algo. Cruzó sin prisa el caudal de la calle, abrió un armatoste que me recordaba a un viejo Jeep militar, sacó un bolso y volvió conmigo.
─ Ponte eso ─ me ordenó lanzándome un v...