Tatuaje del alma, por Carmen Concha-Nolte
Me vi en la antesala de una prisión. Yo con diez años usaría traje rayado y un número fatídico, pensé.Era la temporada en que el colegio realizaba su tradicional tómbola (sorteo) en provecho de misiones católicas. En el evento se exhibían pocos objetos atractivos. Desilusión. Con los tiques comprados, mis compañeras y yo obteníamos baratijas y golosinas. Mi amiga Pat se había enamorado de un cisne hermoso. Yo quería que ella se lo ganara, sí o sí, contra todo pronóstico. Nos asentamos en el patio a respirar o tramar una salida, un delito.Ambas tuvimos la brillante idea, con escasos años, de falsificar el número del cisne a un tique que teníamos de otro sorteo. Procedimos. Dibujé el número anhelado del cisne con pulso tembloroso. Al entregar el cotizado tique, muy lejos de entregarnos el ci...