La bella durmiente y el príncipe azul, por Álvaro Ríos
Bueno, ya sabemos de qué va el asunto: el lecho de flores, la campana de cristal, los gnomos que cuidan a la princesa, bla, bla, bla…, y claro, sueño, mucho sueño.Hasta que, hace apenas unos días, ¡zas!, apareció el príncipe. Éste se inclinó y besó aquellos labios rosados y carnosos. La muchacha abrió los ojos y entonces algo raro sucedió:—¿Quién eres? —preguntó.—Soy el príncipe azul, vine a despertarte.—¡Pues ya era hora! —dijo la princesa malhumorada— ¿Por qué has tardado tanto? ¿Acaso venías en morrocoy?, y ahora, ¿qué rayos hacemos?—Ser felices para siempre…—¡Qué aburrido!, ¿y terminar como Caperucita y todos ellos?—¿Ellos?Sin esperar respuesta, el príncipe se apuró a decir que había olvidado algo en el palacio y que debía ir en su búsqueda, que al rato regresaría.En efecto, el príncip...