Las campanas no doblan por nadie, por Álvaro Ríos
Mientras esperaba por mi hermano para trabajar juntos en la página web, me entretenía con un libro de Bukowski. A ratos pensaba que debió poseer una pluma bien afilada…De pronto tocaron a la puerta. Eran un par de tipos raros. Uno de ellos mostró una placa. Me hicieron saber que debía acompañarlos y que lo mejor sería hacerlo en paz. Cerré la puerta. Al dar vuelta me esposaron y me aventaron a la parte trasera de una camioneta.Luego de un rato la camioneta se detuvo. Me sacaron a empujones hasta un callejón atiborrado de botes de basura. Al fondo, en un rincón, me lanzaron contra el muro. A pesar del trancazo, guardé la calma y cerré la boca.—Parece un tipo duro —dijo el más alto.—¿Estás seguro de que es el que buscamos? —preguntó el otro—, según entiendo, ya debería estar chorreado, y es...