La película casi comenzaba cuando de pronto la abuela, como de costumbre, me hizo el llamado de atención:
—Deja de usar la silla del abuelo, ¿no ves que está estropeada? Un día de éstos colapsará y recibirás un buen trancazo por tonto.
Desde luego, dejé sin efecto su recomendación.
Pasada una hora y antes de la persecución final, a la altura del interrogatorio que los detectives le hacen al muchacho, volví a expresar el mismo comentario: pero miren al Brad Pitt, ¡qué jovencito que se ve el condenado! ¿Quién lo diría?
Lo cierto e...