La entrevista perdida, por José Manuel Peláez
Había una vez un tiempo en que la entrevista era un arte. Un tiempo en que entrevistado y entrevistador practicaban un elegante, pero peligroso, esgrima mental. Eso fue antes de que ambas partes acordaran términos inconfesables para que “pareciera que te acoso, pero no… y tú pareciera que te defiendes, pero tampoco”. Hoy en día la entrevista se ha convertido en una de esas coreografías de artes marciales de antiguas películas chinas en las que un combate no pasa de ser una danza con aullidos.
Esto venía yo pensando a la salida de un conversatorio — sucedáneo edulcorado de una mezcla entre entrevista y conversación — acerca de “la necesidad de tomar conciencia del propio espacio” en la que todos los invitados habían sido falsamente irrespetuosos entre ellos, antes de abrazarse al fin...