¿No te lo dije?, por David Volcán
¡Pensé que te lo había dicho! Es lo primero que se me viene a la cabeza cuando reclamas con esa voz chillona. En algunos lugares me es más fácil escucharte, pero en otros llego a tener ideas descabelladas cuando me atacas. Mientras escucho tu reclamo insistente y repetitivo, no puedo dejar de recriminarme por qué no te lo dije. Tu voz se vuelve una melodía de muy pocos tonos. Una secuencia sostenida e inagotable que me hace preguntar sobre la capacidad de tus pulmones para albergar tanto aire. Ojalá la música subiera repentinamente para no escucharte. Cada vez que volteo a verte, tu boca se abre y salen pequeñas gotas de saliva. Algunos carros pasan con las ventanas cerradas y trato de imaginar la paz del hombre que va solo manejando su viejo carro, o de la pareja que va fumando sin hablar...