Pasión extra,
por Carmen Concha-Nolte
Los novios enrumbaron a su luna de miel cargando como equipaje de mano kilos de arrope y melaza a todo hervor. Bueno, sus manos no tardaron en cruzarse. Al descender del avión, el frío los apretujaba, y sus abrigos de estreno impidieron que se filtrara el clásico viento sur de la zona.
En el hotel, no hubo tiempo de desempacar nada. Sin correr las cortinas, la última prenda cayó destronada del corpiño… La pasión trascendió sinfín. El esposo montó el fastuoso Luna park o parque de diversiones y le bajó repetidas lunas a su tibia esposa.
A la mañana siguiente, el muy acaramelado le dijo que conocerían la ciudad, sobre todo La Bombonera. ¡Oh!, ella creyó que a las confiterías las llamaban bombonas. ¡Caramba!, eran tiempos sin conexiones de Internet, sin cibercafés, sin teléfonos inalámb...