Don Mario – José Pulido
La guerra de Independencia saturó los campos de guerreros desocupados, que le cogieron el gusto a decidir por la fuerza cualquier querella. Aquellos caudillos en flor, prolongaron sus influencias hasta convertir el continente en una fábrica de dictadores, que transformaban en malas palabras los términos más nobles, porque se autodenominaban demócratas, defensores de la libertad y salvadores de la patria.
En las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, una cierta vergüenza cívica agitaba a hombres y mujeres de mentes inquietas, que buscaban una salida hacia la luz. Leían a Proust, leían Los Miserables, de Víctor Hugo, leían a Rimbaud y tenían que vivir como si no supieran leer. Muchos de esos ciudadanos murieron de angustia, aunque fingieron que se morían de paludismo, de tuberculosis o de inf...