A través de un oboe – Milagros Socorro
-Lo siento mucho, Silvia. Sólo quería que supieras que, de verdad, lo siento mucho.
-Está bien -contestó ella en voz muy baja, sin mirarlo.
Pese a la circunstancia que los había congregado, la cena transcurrió en un ambiente alegre. Los hombres se ocuparon de asar la carne y las mujeres prepararon una rápida ensalada y varios jugos de fruta. Después de la comida conversaron un poco, evitando volver sobre el tema, y cada uno se acomodó en la hamaca que le había sido asignada en el enorme bohío que presidía el patio de la hacienda. El canto de los grillos llenó la noche, inmensa en medio del campo.
Silvia e Ismael permanecieron sentados en las sillas de extensión de la terraza, observando en silencio los extraños rituales que sus amigos realizaban para irse a dormir. Lejos de pa...