Nunca es tarde,
por Alfredo Behrens
ler em portuguêsread it in English El tiempo había marcado el rostro de Augusto, en la concurrida estación de Sirkeci de Estambul, mientras esperaba para ver por primera vez a su hija Letitia. Las fotos que su madre le había enviado mostraban a una mujer joven, ahora con 31 años. Pero el reconocimiento fue instantáneo cuando sus miradas se cruzaron en el andén. Letitia, con su pañuelo vaporoso y sus andares mundanos, caminó hacia él, sus pasos llevaban el eco de los grandes bazares de Estambul y las calles empedradas de Budapest."Padre", susurró, con la voz temblorosa por la emoción, como si temiera no ser aceptada en la profundidad que deseaba."Leticia, hija mía", respondió Augusto, con la voz igual de temblorosa.Y se abrazaron en un mar de añoranza y bajo el peso de preguntas sin re...