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José Alejandro Moreno Guevara

Hechos de la vida, por Alejandro Moreno
98c, José Alejandro Moreno Guevara

Hechos de la vida, por Alejandro Moreno

Los dos hombres ríen mientras la muchacha les sirve la comida y renueva los dos vasos de vodka. Uno de ellos le hace una reverencia cálida a la muchacha para agradecer que les sirva. El hombre que ha hecho la reverencia está muy alegre de ver a su amigo después de tantísimos años. Las carcajadas de ambos vibran, hay algo de melancolía en esas risas. A pesar de la alegría que se desborda en la mesa hay algo de despedida en aquel encuentro.  Ya no se verían nunca más, a pesar de que los dos vivirán muchos años más después de ese encuentro. Pero no se verán más, son simplemente los hechos de la vida. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
Recién casados, por Alejandro Moreno
96b, José Alejandro Moreno Guevara

Recién casados, por Alejandro Moreno

Nadie le teme más al ridículo que un recién casado. Quizás esto sea porque irremediablemente el ridículo y el matrimonio son cosas de temer. Natascha y Jhonny tienen nueve días de haberse casado. Fue una boda sencilla pero muy bonita. Mucha comida, poco aguardiente, la música discreta y los invitados relativamente muchos pero casi todos gente muy cercana. Natascha y Jhonny ven pasar esos  primeros días con una extraña cordialidad, suponen que así debe ser el matrimonio. Una noche luego de la cena Jhonny  le confiesa a Natascha que ha asesinado a un hombre con sus propias manos. Natascha le dice: - déjame terminar de lavar los corotos y me terminas de contar. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
El matachín de Cantaura, por Alejandro Moreno
94b, José Alejandro Moreno Guevara

El matachín de Cantaura, por Alejandro Moreno

Cuenta Don Lucas Manzano que una vez un matachín de oficio de la ciudad de Cantaura, enterado de que el Reverendo franciscano Fray Nicolás de Odena le había echado la partida para atrás con una hermosa joven a quien había intentado enamorar, propuso celebrar un velorio poniendo el muerto.Así las cosas, pidió colaboración de amigos y familiares, a quienes informó de sus planes de matar al religioso. Cuenta Don Lucas que el matachín se fue a su casa y se metió en su cama fingiendo estar enfermo de gravedad y que requería la presencia de Fray Nicolás de Odena para que le administrase los santos óleos. Fueron así los cómplices a la casa parroquial porque el franciscano era el cura de las almas de Cantaura. Le dijeron que se requería de sus oficios y se encaminó el cura junto a los hombres al l...
Samuel y Paquirri, por Alejandro Moreno
92b, José Alejandro Moreno Guevara

Samuel y Paquirri, por Alejandro Moreno

Samuel sabe que "escucharte reír es poesía en sí misma". Una frase se abre como cornada, "me matas como Avispado a Paquirri", y a esa hora de la madrugada vibra el desamparo, se le hinca otra frase en el costado: "todos los días desde que te conocí son veintiséis de septiembre". Aunque los tragos de ron a esa hora solo están en su memoria, se sigue desvaneciendo en el abismo que "es aire que ahoga".Se dicen "adiós entre una muy pertinaz lluvia de acentos y lágrimas". "¿Te acuerdas?" Se dice a sí mismo. Todo ha sido magnífico y quizás por eso tal vez es muy ilusorio y doloroso. Samuel está tan exhausto como el toro "todavía el hilo de sangre mancha todo". La melancolía hiere dos veces porque volverse a conmover nunca ha sido fácil para nadie. Un camino de botellas vacías y anhelos tardíos s...
Niños y duendes, por Alejandro Moreno
90b, José Alejandro Moreno Guevara

Niños y duendes, por Alejandro Moreno

Se decía que un niño había muerto ahogado exactamente en ese sitio. O mejor dicho, allí se había hundido, pero habían conseguido el cuerpo más abajo, en donde llaman Guacarapo. En ese sitio el agua siempre estaba tranquilita. Nadie se explicaba cómo un niño se pudo haber ahogado precisamente ahí. A menos que salgan duendes, decían los viejos. Lo raro es que los duendes no son malos, ellos son malandros, pero no son malos.También decían que en ese sitio había un entierro de morocotas y que por eso había un encantamiento. Un encantamiento de morocotas. Dicen que por ahí los 24 de diciembre se oye la risa de un niño que juega, pero tal vez sea simplemente que a los niños, aunque los grandes los lloren, les gusta jugar.del mismo autorCompartir enGente que ayuda Quiero patrocinar ...
El barbero, por Alejandro Moreno
88b, José Alejandro Moreno Guevara

El barbero, por Alejandro Moreno

Me cuentan que pasó exactamente como yo se los voy a contar. Hubo en Cumaná un barbero. Este barbero sabía de todo un poco. Su mujer Honorina no era bonita, tampoco era fea. De vez en cuando el barbero y Honorina se sentaban en el porche de la casa a agarrar fresco, digámoslo así. El barbero tenía una botella de ron guardada en una alacena y cada tarde del sábado se echaba un palo, pero solo los sábados. La mujer del barbero, Honorina, no tomaba, solo lo hacía él. Así, pasaron cuarenta años y otro poquito.Una tarde después de volver del cine Pichincha, el barbero murió. Su mujer, Honorina, lo lloró como debe llorarse a un marido que ha sido bueno cuarenta años y otro poquito. Velaron al barbero. Honorina estaba triste. El siguiente sábado después de la muerte del barbero, Honorina abrió la...
Mellizas, por Alejandro Moreno
86b, José Alejandro Moreno Guevara

Mellizas, por Alejandro Moreno

Una noche como cualquier otra llegan dos hombres a la puerta de una casa. Desde dentro, dos mujeres notan la presencia de los dos hombres, sin embargo, hasta ese momento no saben que son dos hombres. Solamente han escuchado que tocan la puerta. Ambas van a la puerta como es costumbre en ellas hacerlo cada vez que alguien toca la puerta. Desde niñas procuran hacerlo todo juntas. Casi llegando a la puerta vuelven a tocar. Son los dos hombres que tocan nuevamente. Es necesario insistir: las dos mujeres no saben que dos hombres son los que tocan. En algún momento las mujeres se preguntan a sí mismas quién será, pero ninguna sabe lo que la otra ha pensado.Una de ellas abre la puerta, la otra está parada un poco más allá frente a la puerta. Los dos hombres saludan. Las dos mujeres también saluda...
Antíloco, por Alejandro Moreno
82a, José Alejandro Moreno Guevara

Antíloco, por Alejandro Moreno

Antíloco está mirando su espada y sabe que en pocas horas estará manchada de sangre, y con ese olor deberá vivir el resto de sus días, que no serán muchos. A Antíloco le gusta recordar sus días cuando niño. El hijo de Néstor, rey de Pilos, es uno de los pocos que puede irrumpir cuando quiera en la tienda de Aquiles. Pese a que todo es polvo, vino y fogatas en el campamento de los aqueos, también hay tiempo para el amor. Antíloco exhala su último suspiro de placer en la noche estrellada. Lo espera la batalla llena de pústulas y del olor de la sangre. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar
Un cuento de Nueva York, por Alejandro Moreno
81a, José Alejandro Moreno Guevara

Un cuento de Nueva York, por Alejandro Moreno

Nueva York, la verdad sea dicha, muestra su corazón a muy pocos. Y Marty Pilletti es uno de esos pocos a los que esta ciudad ha mostrado el corazón. Marty es un buen carnicero del viejo Bronx. A sus 39 años permanece soltero y vive con su madre.Una noche la madre de Marty le insiste para que vaya a bailar al Star Dust, quizás conozca a alguna chica. El Star Dust es un descomunal salón de baile en donde italianos, judíos y algunos puertorriqueños coinciden para beber, fumar y bailar al ritmo de las big bands que, desde la tarima, marcan con su cadencia lo que se haga en la pista de baile.Marty, la verdad, no tiene muchas ganas de ir al Star Dust. Piensa que será lo mismo de siempre, pero ante la insistencia de su madre se pone su bonito traje azul, se pone de acuerdo con Angie, su mejor ami...
Matilde Omaña, por Alejandro Moreno
80c, José Alejandro Moreno Guevara

Matilde Omaña, por Alejandro Moreno

Es la primera vez que Matilde Omaña está en Caracas. Seguramente ningún Omaña de Capacho viejo, ha estado antes en la capital. A Matilde le contaron que su abuelo Cesario fue muchas veces a Pamplona, e incluso a Bogotá, pero ningún Omaña había pasado de Mérida. En aquella tranquila montaña Omañas, Ruices, Pinedas y González habían pasado ciento cincuenta años cultivando café y criando ganado, sin ningún afán aventurero y ninguna sed de conocer qué había más allá de la puesta de sol.Matilde ha conquistado a sangre y fuego su grado de sargento. El propio general Cipriano Castro ha dicho de ella que… “ es un valiente soldado de la patria”. Matilde sabe todo lo que ha hecho para ser una de esas primeras cien personas en entrar a Caracas. Su yegua Aguapanela parece estar tan orgullosa como ella...
En Altagracia no hay motos, por Alejandro Moreno
79b, José Alejandro Moreno Guevara

En Altagracia no hay motos, por Alejandro Moreno

Nadie había visto nunca una moto en Altagracia de Orituco. Hasta ese día, solamente bicicletas se habían visto. Más de una madre asustaba a un muchacho tremendo, advirtiéndole que la moto de Chuchú Marrero recorría Altagracia con una gallardía que no se le había visto antes. Si alguien iba caminando por la calle Bolívar de Altagracia y Chuchú Marrero pasaba en su moto, la gente se paraba hasta que Chuchú terminara de pasar.La vieja Elba Esteves fue la primera doñita del pueblo, a la que Chuchú Marrero le hizo un mandao. Se fue en su moto hasta Calabozo y le trajo a la vieja Elba unas gotas de valeriana, porque ella decía que de vez en cuando veía a Elbita su hija. Elbita había muerto de paludismo hace unos años. Aquellas visiones ponían muy nerviosa a la pobre mujer y por recomendación de ...
 La despedida, por Alejandro Moreno
78b, José Alejandro Moreno Guevara

 La despedida, por Alejandro Moreno

  La mujer se tomó su última cerveza lentamente. Ese sorbo le supo a triunfo. Tomó su cartera y se despidió. Ya nunca más vería nada de lo había visto desde niña. A esa hora subir en ascensor no es difícil. Pensó en los veinte pisos que la separaban del lugar en donde momentos antes se tomaba la cerveza. Ni siquiera pensó en su hijo. Le importaba el niño, pero la verdad es que no tanto. Así es la vida, dijo para sí. Seis minutos exactos después, en el bar, el televisor empezaba la transmisión del juego de béisbol, y la mujer había tomado una cerveza fría que la había hecho feliz. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda Quiero patrocinar