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Álvaro Ríos

La dama y los héroes, por Álvaro Ríos
74b, Álvaro Ríos

La dama y los héroes, por Álvaro Ríos

Caracas me encanta. A pesar de la prisa que imprimen sus habitantes, resulta grato cuando dejo la provincia para ir de visita a la capital. El problema es que usualmente ocurre un evento fuera de lo común, de hecho, la mayoría de las veces regreso lastimado. La última vez fue horrible. Tomé el avión de ida, llegué a Maiquetía, abordé un taxi y a las nueve de la mañana —justo a tiempo—, me presenté en el lugar de reunión, una oficina que tiene la empresa en Las Mercedes. Hasta allí todo bien. Sin embargo, cuando la reunión finalizó, quise visitar la feria de comida en uno de esos centros comerciales que existen en las cercanías. Decidí ir a pie. Al acercarme al cruce de la avenida, advertí cuando una mujer, la más hermosa que he visto en mi vida, tanto que necesitar...
La banda de los poetas, por Álvaro Ríos
61a, Álvaro Ríos

La banda de los poetas, por Álvaro Ríos

Hace poco, mientras leíamos unos versos de Bolaño, un amigo bogotano me susurró al oído:—Yo conocí a ese man.Según me contó, fue durante su paso por Caracas en ocasión de la entrega del premio Rómulo Gallegos. Bolaño le hizo saber que siempre tuvo un sueño: robar un banco junto a una banda de poetas; sin embargo, el chileno se fue de este mundo sin poder hacerlo realidad.—Pues yo sí pude hacerlo —confesé.—¿Me tomas el pelo?—Fue hace mucho, en el siglo pasado, por aquel entonces yo era un muchacho que escribía sonetos. En eso andaba cuando conocí al poeta J. Vallejo, un universitario quien ofreció enseñarme los secretos de la poesía. Así, de un día para otro, acabé formando parte de un grupo de poetas donde destacaban Bruñido y Miyagui. Además de J. Vallejo, el grupo lo completaba un joven ...
Las campanas no doblan por nadie, por Álvaro Ríos
64b, Álvaro Ríos

Las campanas no doblan por nadie, por Álvaro Ríos

 Mientras esperaba por mi hermano para trabajar juntos en la página web, me entretenía con un libro de Bukowski. A ratos pensaba que debió poseer una pluma bien afilada…De pronto tocaron a la puerta. Eran un par de tipos raros. Uno de ellos mostró una placa. Me hicieron saber que debía acompañarlos y que lo mejor sería hacerlo en paz. Cerré la puerta. Al dar vuelta me esposaron y me aventaron a la parte trasera de una camioneta.Luego de un rato la camioneta se detuvo. Me sacaron a empujones hasta un callejón atiborrado de botes de basura. Al fondo, en un rincón, me lanzaron contra el muro. A pesar del trancazo, guardé la calma y cerré la boca.—Parece un tipo duro —dijo el más alto.—¿Estás seguro de que es el que buscamos? —preguntó el otro—, según entiendo, ya debería estar chorreado, y es...
Farmacia literaria por Álvaro Ríos
38a, Álvaro Ríos

Farmacia literaria por Álvaro Ríos

Ayer, mientras revisaba el Facebook, observé un anuncio bien curioso:“Te receto un libro”. El asunto trata sobre una dama que aconseja un libro, pero no uno cualquiera, sino el requerido por el lector. Es de admitir que la persona padece alguna patología, de modo que leer le ayudará a reponerse.Otra posibilidad es que el interesado, deseoso de ingresar al mundo de las letras, solicite una asesoría que le permita dar con el libro que más le conviene de acuerdo a sus gustos e intereses…Lo anterior me hizo recordar cuando Josefina, mi amiga del club de lectura, regresó de unas vacaciones en España. Nos sentamos en un café y de inmediato sacó un libro de su bolso:—Toma —dijo—, es un presente.—¿Raffi Reig? —Pregunté—, y ese, ¿quién rayos es?—No lo sé. ¡Averígualo!Al día siguiente lo revisé. Con...
Ausencia de interrogantes – Álvaro Ríos
34a, Álvaro Ríos

Ausencia de interrogantes – Álvaro Ríos

¿Cómo llegué aquí? Vaya usted a saber… Sólo sé que vengo del futuro. Sí, no se ría ni arrugue la cara, le recomiendo incluso que haga a un lado el nerviosismo pues no soy Terminator ni nada por el estilo. Más bien soy un pacificador: me encanta la paz y apuesto por ella. Tampoco piense que soy un personaje que escapó de La plaga escarlata de London, o de alguna novela de Asimov. Aunque, aquí entre nos, Vonnegut me agrada más: el tipo aburre, pero cuando uno menos lo espera, introduce un buen chiste y eso reanima al lector. Decía que vengo del futuro. En aquel tiempo soy un anciano a cargo de varios adolescentes que mi esposa y yo logramos proteger del hongo, una explosión brutal que varios idiotas decidieron mostrar al mundo, al mundo de antes, quiero decir…, o sea, el de...
Esos libros que esperan – Álvaro Ríos
24b, Álvaro Ríos

Esos libros que esperan – Álvaro Ríos

Era una tarde fresca. El sol brillaba indiferente y los árboles danzaban. Pasando la calle 23 surgió la plaza. Me detuve en la esquina y observé a los libreros. En otro tiempo, a esa hora, el rostro era distinto. En la actualidad parece como si la gente hubiese olvidado cómo llegar. Me detuve en el puesto de Fran. No estaba. Dijeron que el covit lo puso fuera de servicio. El señor de al lado expresó que de todas maneras las ventas daban lástima. Quizá un día de estos nos echen de aquí y terminen poniendo un bodegón, señaló la señora que atiende un poco más allá. Quise decir algo, pero callé. Miré algunos lomos: autores raros, novela negra, ciencia ficción y otros títulos que poco invitaban a seguir revisando. Lo que antes era un paraíso ahora es un desierto. Antes, con poco dinero, ...
La bella durmiente y el príncipe azul, por Álvaro Ríos
59b, Álvaro Ríos

La bella durmiente y el príncipe azul, por Álvaro Ríos

Bueno, ya sabemos de qué va el asunto: el lecho de flores, la campana de cristal, los gnomos que cuidan a la princesa, bla, bla, bla…, y claro, sueño, mucho sueño.Hasta que, hace apenas unos días, ¡zas!, apareció el príncipe. Éste se inclinó y besó aquellos labios rosados y carnosos. La muchacha abrió los ojos y entonces algo raro sucedió:—¿Quién eres? —preguntó.—Soy el príncipe azul, vine a despertarte.—¡Pues ya era hora! —dijo la princesa malhumorada— ¿Por qué has tardado tanto? ¿Acaso venías en morrocoy?, y ahora, ¿qué rayos hacemos?—Ser felices para siempre…—¡Qué aburrido!, ¿y terminar como Caperucita y todos ellos?—¿Ellos?Sin esperar respuesta, el príncipe se apuró a decir que había olvidado algo en el palacio y que debía ir en su búsqueda, que al rato regresaría.En efecto, el príncip...
Caperuza, la roja, anda de malas, por Álvaro Ríos
57a, Álvaro Ríos

Caperuza, la roja, anda de malas, por Álvaro Ríos

Ese día Caperuza se sentía estresada. Tenía que llevar el almuerzo a la abuela y ya era tarde. La reunión con los camaradas se había prolongado sin necesidad.—¡Esa gente sí que habla bobadas! —dijo casi en silencio.Llegó a casa, tomó un baño y se puso a preparar la cesta con el almuerzo y otras cosas para la abuela.Más tarde marchaba por el bosque.Mientras meneaba la cesta de un lado a otro pensaba en qué diablos iba a hacer a casa de la abuela.¡Qué aburrido! —pensó—, este cuento parece que jamás cambiará, y lo peor, cuando llegue ese lobo repugnante me estará esperando. La verdad ya estoy harta. Sin embargo, iré de todas formas, a lo mejor el guardabosque se adelanta y acaba por resolver el problema.Antes de llegar a su destino, Caperuza notó que un perro cruzó unos metros adelante, era u...
La espera continúa, por Álvaro Ríos
55a, Álvaro Ríos

La espera continúa, por Álvaro Ríos

Sinceramente creo que eso de andar escribiendo sobre literatos que se pasean en el cielo, y que además interactúan con otros personajes de la Historia, ha provocado en mí una obsesión.Y es claro que debe acabar.Sin embargo, hace un par de noches —creo—, tuve un sueño, y allí era yo quien dialogaba en el edén con un escritor famoso.Pero eso no me preocupaba, sino lo que sucedió antes y después:Lo cierto fue que la luz se apagó de golpe. Al retornar, lo hizo de a poco, como si una ráfaga de humo pasara de gris hasta un blanco excelso. Cuando me di cuenta, me encontré al final de una enorme fila.Pensé que tal fenómeno sólo ocurría en Venezuela, ustedes saben, para obtener un permiso de conducir, un pasaporte, o tal vez...—¿Para qué es la fila? —pregunté a la persona delante de mí.—Para ingres...
Bestiario, por Álvaro Ríos
52c, Álvaro Ríos

Bestiario, por Álvaro Ríos

Mi nombre es José y soy escritor.Bueno, solía serlo, pero eso quedó atrás, ahora disfruto del paraíso, sobre todo de los conversatorios literarios que de vez en cuando se hacen por aquí…Hace poco, unos amigos me pidieron que les contara la anécdota sobre aquel asunto del Bestiario, uno de los mejores libros que se escribieron en México en el siglo XX y que por poco se queda en el tintero.Nunca pensé en conocer a Juan, su autor, al menos personalmente. Para entonces la literatura ocurría en otro lado, en un sitio inalcanzable y al que sólo se podía ingresar gracias a unas revistas que editaban algunas universidades.Un día, Carlitos, el Monsi, gran amigo, leyó unos cuentos míos ante un pequeño auditorio. Al finalizar dijo:—Deberías mostrárselos a Juan.—No me atrevo —le dije—, ¿tú crees?—¡Ton...
Una consulta celestial, por Álvaro Ríos
51a, Álvaro Ríos

Una consulta celestial, por Álvaro Ríos

Cuando dejamos de existir nos convertimos en espíritu. A partir de ese momento pasamos a cohabitar en el plano celestial, claro, siempre y cuando Pedrito, el que vigila la entrada, nos deje pasar.De modo que allí, donde quiera que se encuentre ese lugar, pudiéramos hallar, en teoría, desde un Thales de Mileto hasta un Fred Astaire. Imaginen por un momento algunos encuentros: William Wallace, con un escocés en la mano, contándole su desdicha a Margaret Thatcher; o a Sartre formulando todo tipo de preguntas a Platón; o a Cortázar dándole a probar un mate a Poe mientras conversan animadamente.Hace poco, mientras leía una biografía de uno de los hombres más inteligentes de la historia, se me ocurrió que en ese lugar que antes mencioné el tipo debe seguir en lo mismo: haciendo de ingeniero, esc...
El regreso del hombre invisible, por Álvaro Ríos
48a, Álvaro Ríos

El regreso del hombre invisible, por Álvaro Ríos

Mucha gente dice que me parezco a Kevin Bacon. La verdad no sé por qué afirman semejante atrocidad. Además, ¿cómo pueden decir eso si nunca me han visto?Desde que ocurrió lo de la transformación no me quedó otro camino que desaparecer. Mis amigos de la universidad me aseguraron que el experimento era reversible. ¡Reversible un rábano!Para ser honestos, debo decir que me gusta vivir de este modo; sin embargo, añoro el pasado, sobre todo mis encuentros con Elisabetta, mi novia de toda la vida: tengo un deseo enorme de estar con ella. Hace poco se me ha ocurrido la idea de enviarle una carta. Ustedes se preguntarán por qué no uso el email, o mejor, sus redes sociales. Recuerden mi situación: no existo, al menos desde el punto de vista sensorial. Tampoco puedo ir a un cyber y alquilar un compu...