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José Alejandro Moreno Guevara

La desaparecida, por Alejandro Moreno
77a, José Alejandro Moreno Guevara

La desaparecida, por Alejandro Moreno

Lo que pasó aquella noche fue tan doloroso que ha quedado flotando todos estos años. Los hechos son muy simples: durante diez minutos un aguacero descomunal lo ilumina todo con la luz blanca de sus relámpagos. Las centellas chispean el cielo que ese día luce más bajo y vigilante. El taconeo de las gotas acecha, como ametrallando todo. Y en esos diez minutos va sucediendo todo tan rápido que el horror hubo de suceder después de que escampó. Algunos conservan en el alma el relincho de esa centella maldita, cuando la bebé de Carlota Magallanes desapareció de la faz de la tierra. Todavía muchos esperan que la niña aparezca en algún matorral, dormida como una muñequita de esas chinas que no hablan ni hacen nada. del mismo autor Compartir en Gente que ayuda ...
El viejo imperio, por Alejandro Moreno
76a, José Alejandro Moreno Guevara

El viejo imperio, por Alejandro Moreno

 A esa hora Londres es una maravilla de prodigiosa energía. Pudiese pensarse incluso que se está en una ciudad más alegre, pero no, no nos engañemos: Londres es Londres. Tan fría como siempre y quizás peor aún. Mister Grimwig es apenas una sombra frágil de lo que fue en su juventud. Tuvo, en aquellos años de pulsión juvenil, la fuerza suficiente para ser un extraordinario comerciante que iba y venía de Londres a Bombay como quien visita un barrio cercano. Ya no. Apenas mastica con dificultad un insípido pan de cebada con algún vil potaje de carne, y a eso se aferra mister Grimwig. Al ver pasar desde su ventana a una bellísima mujer de la India suspira con los últimos arrestos de energía. del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar
La goleta de Chúo Marval, por Alejandro Moreno
71c, José Alejandro Moreno Guevara

La goleta de Chúo Marval, por Alejandro Moreno

La goleta de Chúo Marval es la embarcación más grande. A veces llegan barcos más bonitos, pero la goleta de Chúo sigue siendo el barco más grande de Los Pichongos. Y cada vez que Chúo se hace a la mar, se siente entero y sabrosito, como cuando uno se echa un guamazo de ron.La goleta de Chúo Marval, anda pescando por allá por los laos de Surinam, pero ya tiene que regresar pa Los Pichongos. Así que esa noche, en cubierta, Chúo sueña con llegar a la casa, para seguir leyendo Las mil y una noches.  Y La Catira, su mujer, sabe que ni ella ni los niños pueden molestarlo cuando lee. A Chúo le brillan los ojos pensando en su chinchorro y en su tomo empastado de Las mil y una noches.del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar
La flor, por Alejandro Moreno
74b, José Alejandro Moreno Guevara

La flor, por Alejandro Moreno

Aarón está ensimismado en sus pensamientos. La enfermera lo entusiasma para que al menos camine por el pasillo del hospital Vargas. Finalmente le hace caso y da un pequeño paseo. En esas anda cuando se detiene ante una sencilla florecita del jardín del pasillo. Aarón viaja a su pasado: aquella floristería en donde tantas veces tuvo momentos de serena alegría. Los capullos de Galipán que lo hacían feliz. A Aarón probablemente le quedan pocos días de vida y aun así no puede evitar sentirse feliz contemplando el jardincito del hospital. Le canta una canción mentalmente a la flor y luego vuelve a su cama con un poco de felicidad en los ojos. del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar
Tía Auristela, por Alejandro Moreno     
65a, José Alejandro Moreno Guevara

Tía Auristela, por Alejandro Moreno     

La verdad sea dicha, no hay manera de sorprender a mi tía Auristela. Al menos no le he visto una cara de sorpresa desde que tengo uso de razón. Parece ser una mujer muy seca, sin embargo, una vez me contó mi hermano Martín que una noche descubrió a la tía Auristela cantando. Yo he tratado de imaginar eso y la verdad es que no hallo manera de hacerlo. La tía Auristela era más amarga que un almendrón.Martín insiste en que cuando él era chiquito, una noche se levantó a orinar y yendo al baño empezó a escuchar como un murmullo melodioso y, a pesar de que tenía miedo, se fue acercando a un pequeño bosque de helechos del patio, desde donde escuchaba salir el murmullo. Y que entonces al darse cuenta que alguien se acercaba, la tía Auristela dejó de cantar y disimuló como que estaba regando los he...
Condenao monte, por Alejandro Moreno
60a, José Alejandro Moreno Guevara

Condenao monte, por Alejandro Moreno

A Ismael le dijeron que su abuela Claudia se había ido para el monte, y que por eso no la iba a ver más. El pobre Ismael quiere saber qué monte es ese para irla a buscar y traerla de vuelta para que jueguen carga la burra. Nadie le ha sabido explicar dónde queda ese monte. No sabe ya qué hacer para que alguien en la casa le explique con calma cómo hace para llegar hasta ese lugar adónde se fue su abuela. Ya ha intentado como tres veces y nada, sale de la casa y camina un largo rato y no ve ningún monte. No se dará por vencido tan fácilmente, pero también sabe que sus recursos no son infinitos, sobre todo porque está chiquito. Ismael no es loco, sabe que con siete años es muy poco lo que podrá hacer él solo para para encontrar a su abuela Claudia. Ya tiene tiempo sin verla y de ve...
El jobito, por Alejandro Moreno
51a, José Alejandro Moreno Guevara

El jobito, por Alejandro Moreno

Casi nadie lo sabe pero el poeta Ramos Sucre era amante del jobito. Ciertamente nadie pudiera pensar que él fuera fanático de una fruta que solamente se ve en una temporada muy corta en Cumaná. Y uno pudiera preguntarse si le gustaban las frutas de temporada corta por qué no fue fanático de la ciruela. El caso es que le gustaba el jobito y nadie sabe por qué. Es probable que alguna noche tomara una escudilla de peltre, pusiera veinte jobitos y empezara a comer hasta saciar sus ganas. Nadie puede estar seguro de que lo hiciera pero  habiendo escrito todo lo que escribió uno llegaría a pensar que sí lo hizo.del mismo autor 
La locura de escribir – Alejandro Moreno
36b, José Alejandro Moreno Guevara

La locura de escribir – Alejandro Moreno

La novela arrancaba con un halo de ternura que lo conmovió casi desde la primera línea. Avanzaba como cayendo en un abismo tranquilo, como si en aquellas páginas estuviera su vida. Esto lo contaminaba de tal manera que era imposible sustraerse a esa toxicidad. Ya había sucumbido a la noche del asombro. Cuando se percató ya había chocado la madrugada insomne con el alba. Solo halló con tristeza las últimas líneas de la novela: el primero de enero había aterrizado. del mismo autor
El turpialito que lo llama – Alejandro Moreno
25b, José Alejandro Moreno Guevara

El turpialito que lo llama – Alejandro Moreno

Otilio se está meciendo en su chinchorro. La brisa es un guarapo que lo adormece. Cae en un sopor muy dulce que le acomoda el alma. Piensa en su mamá y en los pajaritos y en las canciones y en la vida. A pesar de que tíene dolor, le echa vaina a su amigo Henry, que lo ayuda a incorporarse del chinchorro. En un pocillo de peltre se echa el último guamazo. Con un gesto de  ternura toma el cuatro y lo acaricia. Su bigote canoso se está quedando dormido y un turupialito lo llama. Otilio abre los ojos y con la resolana de  la serenata del turpialito se despide. Y en medio del bochinche de las Chispitas que lo duermen alza su vuelo. del mismo autor
El profesor de inglés – Alejandro Moreno
21b, José Alejandro Moreno Guevara

El profesor de inglés – Alejandro Moreno

La Unidad Educativa Fidelina Bracho de Villalobos es el único liceo de San Alejandrino de Yaguarumal. Nunca ha tenido profesor de inglés porque nadie habla inglés en San Alejandrino y tampoco nadie que hable inglés ha querido ir para allá a vivir. Los muchachos verán su primera clase desde que el liceo fue fundado hace ya once años. Todos esperan al profesor con ansias. Debe estar llegando en un par de horas porque el camino es largo. Nadie lo ha visto nunca, nadie sabe cómo es el profesor. Unos dicen que es un gordito de lentes, alguien corrobora esto porque un tío suyo es chofer entre San Alejandrino y Las Taparitas y allá lo vieron hace dos días ya. Otros dicen que no, que el profesor es un Flaco y que se parece a Herman Monster, porque el papá de un alumno que siempre viaj...
Yubeiza, por Alejandro Moreno
63c, José Alejandro Moreno Guevara

Yubeiza, por Alejandro Moreno

Yubeiza, la hija de Nury, es la única de las Cervantes que ha ido a la universidad, y eso ha sido motivo de orgullo, desde que Yubeiza se inscribió en el tecnológico doctor Luis Miguel Enríquez Correa de San Francisquito. Y además obtuvo su título de TSU en Recursos humanos. Yubeiza ahora "no ejerce". Su vida nada tiene que ver con nóminas y seguro social.Buenos Aires es una ciudad inmensa y Yubeiza, la hija de Nury, como a ella le gusta que la llamen, lidia cada mañana con varios kilos de hojaldre. Golpea aquella masa con la tenacidad de las Cervantes. No lo hace con rabia, pero tampoco con alegría. Sueña con el café con pan de Nury.del mismo autor Quiero patrocinar
La última noche del Santa Carmelina, por Alejandro Moreno
59c, José Alejandro Moreno Guevara

La última noche del Santa Carmelina, por Alejandro Moreno

 El Santa Carmelina no había surcado el mar tan serenamente como aquella noche. Juan Aníbal Sayago, su capitán, no hubiera querido que su barco se volviera un nido de astillas, aceite y sangre, pero así son las cosas del mar.El capitán Sayago, con un vaso de ron en su mano, y haciendo honor a uno de los lugares comunes de la vida en el mar, predicaba en la cubierta del barco. Se deshacían en la brisa marina las palabras de su discurso. Nadie sabía exactamente quien había asesinado a aquel hombre. Un cadáver en alta mar, y eso todo el mundo lo sabe, hace que el barco se ponga muy pesado. En el mar todo suele ser más lento y doloroso.El cadáver de Trino Bilbao y era feo decirlo, tenía un rictus que uno podía decir que era hasta ridículo. Como si su última mueca antes de morir hubiera sido la...