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José Alejandro Moreno Guevara

La decisión de Chúa, por Alejandro Moreno
49a, José Alejandro Moreno Guevara

La decisión de Chúa, por Alejandro Moreno

Había que ver lo enamorados que estaban Guevarita y Chúa. La gente decía que era un amor como el de las películas. Y la verdad es que eso muy pocas veces suele ser una ventaja. Guevarita y Chúa no habían hecho el amor nunca.Sin embargo ambos se deseaban con locura. Era como se decía en los libros románticos: "un fuego abrasador los consumía" . Sólo se veían un rato los viernes en la noche y otro ratico el domingo en la mañana. Y ese tiempo era suficiente para ellos. Nadie los había visto siquiera tomarse de la mano y mucho menos darse un beso.Una noche de lluvia Guevarita desapareció, nadie lo vio más. Obviamente no era la primera vez que un hombre desaparecía de la vida de una mujer. Chúa se quedó quieta, no lloró ni lo buscó. Sabía que la vida sIgue. Una noche su nieta Adelaida le dijo: ...
El dueño de las estrellas – Alejandro Moreno
26b, José Alejandro Moreno Guevara

El dueño de las estrellas – Alejandro Moreno

Habían sido dos noches enteras sin poder dormir. Cobró sus reales y siguió su camino. Sigue pensando que su insomnio es algo dulce que no le pesa. Más bien le da miedo sentirse tan vivaz a pesar de que el último mes probablemente sólo ha dormido completo dos noches. Llega a su casa y vuelve a revisar en Google los efectos del insomnio prolongado. Vuelve a sentir miedo. Nada de eso, que ha visto tanto en los videos de YouTube donde neurólogos explican las consecuencias del insomnio como lo que ha leído en los pdf de las ponencias sobre el tema, coincide con lo que su cuerpo experimenta. Ya de algún modo se cuestionaba su propia realidad. Se sentía vivo y poderoso, y aunque a veces el miedo llegaba, como un perro ladrando en un camino oscuro, se sentía también dueño de las estrella...
El secreto de Estanislao Nucete, por Alejandro Moreno
75b, José Alejandro Moreno Guevara

El secreto de Estanislao Nucete, por Alejandro Moreno

¿Qué razones habría de tener el viejo doctor Estanislao Nucete, para volver a la ciudad de Mérida después de tantos años? Al parecer muchas. Nadie había vuelto a hablar de eso en Mérida, al menos en sesenta y cinco años. La historia era muy sencilla: un estudiante de medicina veinteañero, un muchacho del Páramo y una ciudad muy pequeña. Estanislao Nucete había hecho su vida en Margarita, en un pueblito llamado Paraguachí. Allá ejerció durante muchos años como médico pediatra, que era en lo que se había especializado en su querida universidad de los Andes. De Mérida, no había querido saber más nada hasta ese día. Después de sesenta y cinco años estaba frente al viejo edificio de la ULA, viendo con nostalgia sus recuerdos. Y aunque pensaba que nadie se acordaba de él, ya a esa hora se...
El poeta de los leprosos, por Alejandro Moreno
73b, José Alejandro Moreno Guevara

El poeta de los leprosos, por Alejandro Moreno

A José David Camargo lo llamaban el poeta de los leprosos. Solía vérsele por los lados de Padre Sierra caminando a cualquier hora. Si algún vecino se asomaba por la ventana a las tres de la mañana, probablemente iba a ver a José David Camargo con su carpeta debajo del brazo, rumbo a los lados de La Pastora.A José David no se le conocía mujer. Quizás su timidez patológica lo mantenía al margen de los deleites del amor femenino. Lo que sí es que José David estaba constantemente escribiendo sus poemas, que luego regalaba a los enfermos del leprocomio de Catia La Mar, al cual iba al menos una vez al mes. Se iba con su carpeta de poemas toda esperolá y con una bolsa de panes dulces que compraba en una panadería de unos hermanos gemelos de La Grita, que llamaban los Morochos Pineda.Llegaba allí ...
José Alejandro Moreno Guevara

Dois amigos, por Alejandro Moreno

ler em espanhol   Desde pequenos, Juan de Dios e Arcadio eram muito próximos. Eu costumava vê-los juntos o tempo todo. A bem da verdade, Lucrécia, mulher de Arcadio, não gostava muito da relação do marido com Juan de Dios. Dizem, embora ninguém possa confirma-lo que ela o chamava de Juan do Diablo.Mas, já pouco importa; Arcadio já morreu e ninguém se interessa em saber o que Lucrecia dizia de Juan de Dios. A essa hora, bem cedo pela manhã ninguém vê Juan de Dios chorando na estrada de Río Chiquito a San Lorenzo. Os vaga-lumes bêbados que se beijam no céu, abraçam a Juan de Dios, eles sabem porque ele chora.do mesmo autor
Dos amigos, por Alejandro Moreno
70a, José Alejandro Moreno Guevara

Dos amigos, por Alejandro Moreno

ler em português   Juan de Dios y Arcadio desde muchachitos fueron muy unidos. Solía vérselos juntos siempre. La verdad sea dicha a Lucrecia, la mujer de Arcadio, no le gustaba mucho la juntilla de su marido con Juan de Dios. Dicen, aunque a nadie le consta que ella lo llamaba Juan del Diablo.Pero total, ya Arcadio está muerto y a nadie le importa como Lucrecia le decía a Juan de Dios. A esa hora de la madrugada nadie puede ver a Juan de Dios llorando por el camino de Río Chiquito a San Lorenzo. Los cocuyos borrachos que se besan en el cielo abrazan a Juan de Dios, ellos sí saben por qué lloran.del mismo autorCompartir en Quiero patrocinar
Nando y los tucusitos, por Alejandro Moreno
69a, José Alejandro Moreno Guevara

Nando y los tucusitos, por Alejandro Moreno

Al maestro José Pulido, el hijo de Victoria. Aunque es verdad que Villa de Cura duerme temprano, siempre quedan los tucusitos, en la noche, dando vueltas. Les gusta, también, chupar la flor de noche, ni locos que fueran para no hacerlo. Pero por ahora no nos interesa la historia de los tucusitos sino la historia de Nando Rengifo.El pobre Nando Rengifo no pega una con Aurelita, la hija de Macaria Camacho. Todo el mundo dice que Aurelita está enamorada de él, pero como esa muchacha es rara pues no parece. Así han pasado los años y la gente comenta: " Nando le regaló unos mangos a Aurelita, ahora sí!!!" Pero nada. "Nando se va a comprar una moto para sacar a pasear a Aurelita, esa boda no pasa de diciembre. Lo más seguro es que sea el nueve de diciembre, el día de San Cipriano" pero tampoco.U...
La despedida, por Alejandro Moreno
68b, José Alejandro Moreno Guevara

La despedida, por Alejandro Moreno

La familia ha decidido llevar la urna por última vez a la Gavidiera, ese lugar en donde Inés pasó los últimos años de su vida. En medio de aquel Arenal todos bajan y ya no hay manera de saber que será de todo aquello sin Inés. Una pareja muy joven son los únicos que están allí de gente. La muchacha pronuncia "la señora Inés " como si hablara de una diosa griega. Elizabeth camina hacia la casa con paso triste y tímido. No tiene prisa en entrar y los perros de Inés la reciben. Se acercan a ella y en silencio le dan el pésame con sus rabos entre las piernas. Ya la Gavidiera es un recuerdo y los perros de Inés la han visto por última vez. del mismo autor Compartir en Quiero patrocinar
Simón Palacios, por Alejandro Moreno
67b, José Alejandro Moreno Guevara

Simón Palacios, por Alejandro Moreno

 Simón Palacios ha llegado a cien años. A pesar de que son muchos años, sigue siendo un negro recio y jamao. Su papá anduvo con el general Bolívar. Simón nació cuando ya su papá Juan Bautista Bolívar tenía cincuenta años. Nadie en Petare tiene más años que él. Escucha radio todas las mañanas y su memoria es prodigiosa a pesar de tener ese bojote de años. Nunca se casó ni tuvo hijos.  El único amor de su vida fue un policía: un gochito de La Grita. Los nudillos de Simón hincharon muchas caras y derribaron a muchos guapos. Eleazar, el policía, el gochito, murió hace más de cuarenta años.  Sin embargo, Simón recuerda ese último día en que se vieron y ambos fueron felices por un instante. Secretos que guarda el corazón.del mismo autor  Compartir en Quiero patrocinar ...
Un merengue con Cleopatra, por Alejandro Moreno         
66a, José Alejandro Moreno Guevara

Un merengue con Cleopatra, por Alejandro Moreno         

A pesar de que Cleopatra no sabe nada de la reina egipcia por la cual le pusieron su nombre, siempre se ha sentido una Diosa. Su dulce altivez parece emanar del mismísimo nombre que lleva con orgullo y devoción. Nada le impide ser una diva envuelta en un halo de sensualidad trepidante. Ella es un volcán de estrógenos y picardía. Hace ya nueve años que perdió su pierna derecha. Nadie sabe exactamente qué pasó. Como siempre ocurre en estos casos, hay demasiadas versiones. Unos dicen que estaba en el yate de unos millonarios y que cayó borracha por la borda y la hélice del motor le masticó la pierna como si fuera un monstruo enfurecido. Otros dicen que en un ritual satánico su pierna fue ofrendada al mismísimo. Lo cierto es que está allí con su prótesis de tecnología alemana, siendo...
En el Metro, por Alejandro Moreno
64b, José Alejandro Moreno Guevara

En el Metro, por Alejandro Moreno

En el Metro, a pesar de los pesares, suceden cosas maravillosas:Un par de hombres conversan. Uno de ellos dice que en la madrugada lee la Biblia y luego dedica un par de horas a pensar acerca de lo que leyó. Por lo que dice, supongo que es un predicador evangélico. Tiene un tatuaje: una pequeña y muy mal hecha esvástica en su mano derecha. La conversación sigue, creo. No presto tanta atención.En algún momento, un hombre que va conversando con dos mujeres un poco más allá también lo hace con los de la conversación de la Biblia. Y como por arte de magia, después de abierta la puerta en la estación Teatros, hay una conversación sobre teología."No es lo mismo veneración que adoración", "vida de los mártires ", "los que dieron su vida por Cristo en el Coliseo romano". Entre las estaciones de Ca...
Vallenilla, por Alejandro Moreno
62b, José Alejandro Moreno Guevara

Vallenilla, por Alejandro Moreno

La historia de Vallenilla es tan triste como puede ser la de cualquiera. Tal vez, el tono en que él la ha contado es la que la hace tan cálida, a pesar de que puede llegar a ser tan melancólica.Vallenilla se iba a casar. Había ahorrado ya un par de años para hacerlo. Tenía miedo, como todos, pero aun así quería casarse. No soñaba nada en particular para su futuro. Mucho menos esperaba nada.Amintha, su novia ya desde hacía años, era una mujer sobria pero muy alegre. Con esa alegría como de antes, que no escandaliza ni aturde.Un día, Vallenilla llegó a casa de Amintha, pero no estaba. A Vallenilla le dijeron: "mijo, Amintha se fue". No supo qué hacer. Amintha había dejado una carta. Pero Vallenilla no sabía leer, y le daba pena decir que no sabía.Vallenilla se quedó quieto y no dijo nada. Y ...