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José Pulido

El lobo – José Pulido
36a, José Pulido

El lobo – José Pulido

-Usted ha estornudado a causa de algo que no se ve, pero flota en el aire. Aun siendo muy bella, pero muy bella, usted no es una flor y por eso su cuerpo ha rechazado el polen. El viento, el agua, los insectos y las aves, transportan el polen, son vectores de la polinización. Las flores se fueron tornando cada vez más bellas para atraer a ciertos pájaros o a determinados insectos. Eso se lo escuchó al agrónomo: le hablaba del tema a su hermana mayor con una voz  melosa. Todo el barrio sabe que su hermana mayor es muy leída y muy bonita. Es evidente que al señor agrónomo le agrada más su belleza. Sin embargo, el muy hipócrita le hace comentarios de profesor. Ese debe ser su truco de hombre para enamorar. Pero le resultará muy fallido con su hermana. Ella tiene dieciocho años y lo úni...
Desmemoriado – José Pulido
31b, José Pulido

Desmemoriado – José Pulido

Cuando estaba a punto de cumplir setenta años, ocurrió aquello que fue como fin de mundo en todo el litoral guaireño: un mes lloviendo sin parar; días y días con el aire lleno de agua, cortinas de lluvia, ni un sólo pájaro pudo volar más, las mariposas se metieron quién sabe debajo de qué conchas. Era el aguacero más mojado que había visto en su vida.Miraba los goterones y los chorros de agua que se formaban por todas partes y lo único que se repetía como una letanía en su mente era que estaba solo y cumplir tantos años sin compañía no ameritaba festejos por ningún lado.Desde su casa veía el mar, que erizaba el lomo enfurecido bajo la paliza que le estaban dando el viento y la tormenta; adivinó más que vio, la espuma llegando a las aceras, subiéndose a la calle. Las paredes filtraban ya la...
El visitante – José Pulido
29a, José Pulido

El visitante – José Pulido

Antes, en los periódicos, funcionaba una recepción con una recepcionista sonriente, y la gente se anunciaba sin muchos inconvenientes. Había algunos visitantes tan asiduos que pasaban de largo hacia la sala de redacción. Cuando uno dice “antes” se refiere específicamente a los años sesenta y setenta. Porque en los años ochenta, comenzaron a ponerse de moda en los periódicos las gerencias que detestaban el oficio de la comunicación social y los guardias de seguridad que se creían guardaespaldas norteamericanos.En esos días se volvió obligatorio cargar un carnet bien visible, en la solapa o en el pecho. Si no te ponías el carnet, no podías entrar al periódico donde trabajabas. En esos años ochenta, yo era jefe de las páginas de arte de El Nacional y un día me llamó, desde la entrada del peri...
Alirio Díaz – José Pulido
27a, José Pulido

Alirio Díaz – José Pulido

Las aceras son altas y estrechas. Una lagartija pequeña sube la blanca pared como un rayo al revés y durante una fracción de segundo, podría haber revelado un ala de mosca agonizante en sus fauces diminutas de dragón. Surgen como un espejismo de geometría las casas coloniales, el casco histórico, los gruesos muros y sus techos de tejas, adornados con plantas parásitas que se asoman desde aleros y grietas.  (Estoy recordando la vez que visité en su casa de Carora al maestro Alirio Díaz). El sol inicia su escalada y con su ardor creciente repasa con lentitud de horno aquellas paredes, sin poder doblegar la frescura interior de las casas porque aún hay granados, trinitarias, frescores de patio mozárabe. Es la Carora antigua, a unos pocos minutos de que los relojes den las once de la ma...
Un amor surrealista  – José Pulido
26a, José Pulido

Un amor surrealista – José Pulido

Cuando Oswaldo Vigas apenas tenía un mes en París, se apareció Miguel Otero Silva, y le dijo: “Aquí vive un pintor cubano que quiero que conozcas”, y fueron a comer con el mencionado artista: era Wifredo Lam. A partir de esa noche, Oswaldo Vigas y Wifredo Lam se veían casi a diario. Lam tenía su taller en un callejón sin salida a unos pasos de la rue d'Alésia. Oswaldo pintaba y vivía en el 33 de la rue Dauphine. Oswaldo sabía escuchar a los amigos y contaba que Wifredo Lam tenía muchos problemas con las mujeres y cuando eso ocurría le pedía consejos. Entre 1952 y 1956, Lam vivió con una joven periodista argentina llamada Sara Sluger. Cuando Sara se disgustaba con Lam lo abandonaba y Oswaldo tenía que ir a conversar con ella para que regresara. Sara fue la joven a quien Pica...
Poemas – José Pulido
24b, José Pulido

Poemas – José Pulido

El asunto Algún día tendrá significado solo debo decirlo y aceptarlo La identidad no reposa en el oropel ni en la sinceridad que nos despoja de compasiones mutuas el asunto es resolver cómo te siento cuando usas tu alma Espolvoreas, mezclas vegetales y creas olores envolventes en tu cocina bullanguera. Eres un hada entonces. Varias voces pelean en tu garganta a mitad de la noche y cantas o lloras viajando por el aire enlutado de los sueños eres una bruja atávica Al amanecer saltas de la cama demostrando el poder de no escaparse tus pasos palpitan en la casa haciendo que otros seres prosigan su camino arreas, expulsas los restos de la noche y barres en un dorado resplandor que suena como agitando alas de ásperas blancuras. Para escuchar en la voz del au...
Cundeamor – José Pulido
23b, José Pulido

Cundeamor – José Pulido

Cuando yo cursaba los doce años de edad, mi hermana y sus amigas eran unas señoritas de dieciocho que alimentaban sus ilusiones primordiales leyendo las novelas de amor escritas por Corín Tellado. Ellas dialogaban dentro de sus particulares burbujas, hechas de murmullos y suspiros, que a veces rompían con carcajadas  de vidrio.Trataban de ignorar mi presencia. Siempre se fastidiaban cuando me entrometía haciendo preguntas que ellas consideraban ajenas al romance, como por ejemplo:-¿Por qué el cundeamor se llama cundeamor?Alguna respondía, fiándome una ración de futura paciencia materna:-Porque se multiplica, es una enredadera que crece sola y satura los follajes: cunde como el amor.-¿El amor cunde? Yo no veo que el amor cunda…-replicaba en mi rol de entrometido y mi actitud constituía una ...
Guacharaco – José Pulido
19a, José Pulido

Guacharaco – José Pulido

El 25 de diciembre, por la mañanita, venía uno con su bolsa de plástico al hombro. Los botes de basura ya estaban alborotados, pero él insistió y buscó. Atrás venían dos más y uno de ellos gritó "¡epa!" y el primero se detuvo a esperarlos. El más flaco de los que avanzaban hacia el primer hombre tenía sangre seca en la cara. Los tres se juntaron con sus bolsas y se sentaron en la acera sin hablar. Una señora salió de un edificio cercano con una bolsa y se acercó. Ella vestía una bata amarilla de flores anaranjadas. Su cabello lucía mojado. La señora se detuvo a un paso de los tres hombres. El flaco con la cara manchada de sangre, se cubrió la frente con una mano joven y mugrienta. -¿No te acuerdas de mí, Felipito? ¡Soy Amanda! -dijo la mujer. El muchacho miró hacia otro lad...
Don Mario –  José Pulido
José Pulido, 13a

Don Mario – José Pulido

La guerra de Independencia saturó los campos de guerreros desocupados, que le cogieron el gusto a decidir por la fuerza cualquier querella. Aquellos caudillos en flor, prolongaron sus influencias hasta convertir el continente en una fábrica de dictadores, que transformaban en malas palabras los términos más nobles, porque se autodenominaban demócratas, defensores de la libertad y salvadores de la patria. En las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, una cierta vergüenza cívica agitaba a hombres y mujeres de mentes inquietas, que buscaban una salida hacia la luz. Leían a Proust, leían Los Miserables, de Víctor Hugo, leían a Rimbaud y tenían que vivir como si no supieran leer. Muchos de esos ciudadanos murieron de angustia, aunque fingieron que se morían de paludismo, de tuberculosis o de inf...
El pasajero -José Pulido
18a, José Pulido

El pasajero -José Pulido

En su cerebro resuena la voz diciendo “el nervioso se conoce porque suda”.  Le aterran los aviones. Ya está lista la valija que contiene alguna ropa y un mapa de turista. Se mira al espejo: su rostro siente la frescura del aire acondicionado. Sale de la habitación y busca el pasillo del ascensor. La alfombra hiede a animal mojado. En la calle lo espera un taxi. El nerviosismo se aloja en el centro del estómago. Para darse ánimos palpa la cartera en el pecho. Nunca había tenido tantos dólares para viajar. El taxista maldice y baja el volumen de la radio. “Hay cola en la autopista. Parece que se volcó un camión”. Él intenta distraerse mirando por la ventanilla. Cierra los ojos pensando que dentro de cuatro horas será un triunfador. A los 26 años de edad tendrá negocio propio. Tarje...
Reencarnado – José Pulido
17a, José Pulido

Reencarnado – José Pulido

¿Y si Andrés Eloy Blanco reencarnó y es un mariachi? Un mariachi con una trompeta. Uno de los cientos de mariachis que afinan, que tocan, que esperan a sus clientes en la Plaza Garibaldi. Las cámaras turísticas retratándolo, congelando el gesto de un músico que se queda con la trompeta levantada y el rostro confundido. Tiene que repetir cada cierto tiempo ese gesto angustioso, en especial cuando recorre la calle donde ocurrió el accidente el 21 de mayo de 1955. Esa desazón. “¿Por qué me duele la cabeza cuando paso por aquí? ¿por qué siento deseos de expresar tantas cosas al doblar esta esquina?”. El mariachi amanecido, buscando el último taco antes de irse para la casa, la trompeta guardada en el estuche de cuero agrietado, con su interior de trapo verdoso. El mariachi sent...
Tan distintos – José Pulido
20b, José Pulido

Tan distintos – José Pulido

-La gente repite cada siglo sus peores bajezas. Es como una enfermedad que reaparece, pero con mayor intensidad- dice el anciano. -Yo vivo como venga, viejo: busco lo que necesito y me resuelvo- expresa el muchacho. Ambos son polos opuestos: el anciano es pálido, tranquilo, dueño de una sabiduría que probablemente de nada le sirva porque vive aislado y en retirada. El muchacho es fuerte, asoleado, usa más los ojos y los oídos que otros sentidos. Mira todo con detenimiento y de vez en cuando se coloca unos audífonos para escuchar la música que el cuerpo le pide. -Necesito dólares ¿dónde están las prendas? - pregunta el joven. -Es mejor que las empeñes. Así las puedes recuperar. Si las vendes ya no las verás más -responde el anciano. -¿Dónde están? Ya la noche está llegand...