El funcionario – José Pulido
Comenzó a perder los paraguas en invierno. El agua corriendo por las calles le daba miedo, temía quedarse sin un zapato o sin los dos. Habría que ir al campo para recuperar los olores reconfortantes de la tierra cuando caen las primeras gotas.
Las calles invernales de Caracas hieden a mojadura de morgue. Tampoco el verano le traía complacencias. En verano, el calor le hacía picotear el mismo comentario de poca monta: “tengo la tensión mala”. Orinar ya no era un ejercicio natural y esquemático de corte militante. Pasaba más rato en el baño para no mojar los pantalones. Tenía que concentrarse porque de lo contrario corría el riesgo de salir con el pene asomado y caído como un pichón moribundo. En fin, se le olvidaban los nombres de algunas personas y también desaparecían los recuerdos...